miércoles, 19 de octubre de 2011

Walt Ernest Hardenburg / El Paraíso del Diablo

Belosticalle.- Gran Bretaña fue la primera potencia que se dio cuenta del potencial económico de la selva amazónica. Las expediciones de Spruce, Wallace y Bates en los años 1850 fueron botánicas, con especial atención al caucho. Las plantas caucheras en América fueron dos principales, de los géneros Hevea y Castilloa, de látex blanco y negro respectivamente. Éste era de mejor calidad, pero menos rentable. El boom cauchero levantó ciudades como Manaos e Iquitos, en los años 80.


Pero al mismo tiempo, la misma Gran Bretaña vio que aquella riqueza podía serle más rentable en otra parte. Fue la hazaña prometeica, el robo, no del fuego, sino del caucho prohibido: 70.000 semillas de Hevea brasiliensis se sacaron de contrabando, y aclimatadas dieron origen a plantaciones racionales en el SE asiático.




Casa Arana / Colombia



Entre tanto, el empresario cauchero Julio César Arana e Inglaterra juntos pueden hacer negocios. Casa Arana Hermanos pasó por empresa modelo, que en 1907 se transforma en Peruvian Amazon Company (PAC), con domicilio social en Londres y mucho capital británico. El propio Arana era figura respetable en la City. Sin embargo la empresa Peruvian Amazon Company, que comerciaba con los indígenas, los maltrataba, vendía, compraba, hería, mataba, si con ello ganaba un dólar más.

En 1909 su emporio comenzó a derrumbarse. Unos textos semiperdidos, escritos por un joven ingeniero norteamericano de apellido W.E. Hardenburg, alertaron al periódico inglés Truth (1912) sobre diversos asaltos a mano armada de trabajadores de Arana contra intermediarios caucheros colombianos, y contra los indígenas de la región. Los agresores iban secundados por el ejército peruano. Aquel era “El paraíso del diablo”, según Hardenburg. Así tituló sus escritos diletantes el diario. La opinión pública se alarmó, el Gobierno británico se alarmó de la alarma, y Casement fue el hombre indicado para un remake de lo del Congo. Con una diferencia: ahora una compañía inglesa aparecía como culpable. Su nueva misión debía adaptarse a esa circunstancia.


La Foreingn Office intervino, y el gobierno británico comisionó a Sir Roger Casement, cónsul en Río de Janeiro, para que constatara los hechos. Casement viajó al Putumayo en 1910 y recorrió gran parte del área de La Chorrera. Entrevistó directamente a los trabajadores negros provenientes de Barbados, y comprobó la situación. Presentó ante su gobierno un informe pormenorizado en el cual corroboraba las afirmaciones de Hardenburg. Los indios, dijo, eran forzados a extraer el látex. Si no entregaban las cuotas exigidas por los caucheros, eran castigados en el cepo, flagelados, torturados. Arana protestó. El gobierno peruano se comprometió a intervenir. En 1912, el Parlamento británico abrió una investigación pública para determinar el grado de responsabilidad de los directivos de la Peruvian Amazon Company. Todos declararon, menos los indígenas y los negros. La Primera Guerra Mundial desvió los juicios, los artículos de prensa y la indignación. La Casa Arana continuó laborando hasta los años 30, después que pasara a territorio colombiano cedido por Leguía, y muy a pesar del exterminio indígena.

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