miércoles, 14 de diciembre de 2011

La historia de la niña del barrio de lata

Una mujer se reconoció en una foto tomada hace 45 años cuando era una niña pobre. Hace medio siglo, Gérald Bloncourt visitó los arrabales de París y captó la imagen de una nena portuguesa que vivía en la miseria. La imagen se convirtió en un clásico. Tras dudarlo, hoy Maria da Conceição Tina, profesora de idiomas, dice que se trata de ella.


Hace casi 45 años, un conocido fotógrafo francés de origen haitiano, Gérald Bloncourt, visitó los arrabales pobres de París y le hizo una foto a una niña morena al pie de la precaria casa en la que malvivía. Bloncourt se enamoró de la foto y la colgó desde aquel día en las paredes de su vivienda. La tituló La petite portugaise (La pequeña portuguesa) y pasó a simbolizar, tras ser reproducida en muchas exposiciones y publicaciones, las condiciones de vida de la emigración dura y miserable del Portugal de los años 60. Nadie supo nunca el nombre de aquella niña que se tapaba con la mano la sonrisa, conocida como "A menina do bairro de lata" ("La niña del barrio de lata").

Pero en enero, tras hablar con un amigo, Maria da Conceição Tina, una profesora de portugués y de francés de Coimbra, de 52 años, comenzó a preguntarse si no sería ella la protagonista de esa foto-emblema, como explicaba en un reportaje del diario Público. La actual profesora dudaba, porque no recordaba haber visto nunca un fotógrafo en el barrio de chabolas de Saint-Denis en el que residió durante dos años junto a su padre, su madre y su hermano. Pero reconoció instintivamente la muñeca que sujetaba esa niña con el brazo. También el paisaje de barro y de casas que se amontonaba tras ella. Tras vacilar mucho, se decidió a contactar con el fotógrafo para asegurarse. En junio se conocieron y tras ver y reconocer también a Bloncourt, 45 años más viejo, a Maria da Conceição ya no le quedaron más preguntas.

Hasta que se reconoció en la foto con la muñeca en el brazo y conversó con Bloncourt en París y se convenció de que no es bueno olvidar determinadas cosas y de que su pasado de emigrante pobre, como el de otros miles de portugueses -y españoles- que viajaron hacia el norte en aquellos años, no tiene nada de vergonzoso o reprobable. Sobre todo ahora que muchos portugueses vuelven a emigrar para escapar de la crisis económica que ahoga el país. Ella misma, que se define como una mujer feliz, lo precisa: “Una hija mía, de 24 años, cursó Enfermería, pero no consigue encontrar trabajo y está pensando irse al extranjero. Esto es triste. No porque la vaya a echar de menos, sino porque eso demuestra que estamos mal políticamente, porque este país no puede aprovechar a sus licenciados y les obliga a hacer lo que hicieron sus padres: irse”.

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