Me voy a la cama y dormiré tranquilo. Me acabo de enterar de que el embajador de los Estados Unidos en el Perú, mister Peter McKinley, ha dicho que “el Perú es un buen ejemplo de combinación de democracia y crecimiento económico en la región latinoamericana”.
¡Imagínense si hubiese dicho algo distinto!
Si eso hubiese ocurrido, el desastre de la soberanía nacional volvería a rondarnos y dejaríamos de ser el paje melancólico de Bush –lo que tantos beneficios nos reporta–.
Y no importa que para eso tengamos que arrancar cocales con las manos, enfrentar a peruanos contra peruanos, gastar nuestras rodillas al caminar airosos hacia el TLC. ¡Todo vale si Bush, el de Irak y Palestina, el de Guantánamo y Kabul, nos halaga!
¡Albricias! Somos de nuevo, y como en los años de la república aristocrática, la colonia del imperio de moda. Se diría que desde que España nos tocó con su conquista hemos sido vasallos. Y a este gobierno y a sus acólitos les enamora la tutela armada de la Casa Blanca –a nivel planetario– y la silla de montar labrada por mapuches –a nivel regional–. Por eso permite que Perú-Rail y Lan hagan lo que les dé la gana. Los chilenos, siendo súbditos de Washington, son hoy, sin necesidad de venir a mearse a Lima, amos en el Perú.
¡Volvemos a tener oro y amamos ser esclavos! ¡Y volvemos a hablar mal de Bolívar, el hombre que nos sacó a patadas, como merecíamos, del virreinato que queríamos seguir siendo gracias a nuestra clase dominante encomendera! ¿Que quiso ser dictador? ¡Pero si se lo rogamos en una primera instancia! Y cuando se fue y hablamos pestes de él, ¿qué es lo que hicimos? ¿No fue acaso una larga, longeva, interminable república farsante en la que sólo el dinero mandó y dejó mandar? ¿No hicimos acaso la dictadura perfecta de las pelucas empolvadas?
¡Todo sigue igual! ¡Si hasta del legado de un Riva Agüero primordial seguimos hablando! Y el monseñor Cipriani, ¿no sobrevivió acaso el terremoto de Lima del año 1687? ¿Dónde está el duque de la Palata? ¿Qué carruaje es ese del que desciende el pacificador del Castillo? ¿Está loco ese caballo? ¿Por qué relincha así?
¡Somos inmóviles! Si fuésemos cuánticos a nosotros no nos concerniría la hipótesis de Heissenberg sobre la incertidumbre: ¡todo observador sabría siempre que hemos estado siempre en el mismo lugar!
El embajador Peter McKinley me ha hecho recordar todo esto del tiempo circular de mi país al halagarnos de tan soez manera. Porque además, como es una persona que gusta de la sinceridad, ha añadido lo siguiente: “Ha habido por parte del Perú un esfuerzo, en estos últimos años, por resolver los conflictos de las compañías estadounidenses con el gobierno en el contexto del TLC”.
¿Y cuál es el contexto del TLC? ¡El de la jurisdicción internacional! ¡El de la renuncia a ser un país! ¡El de la pretensión de ser el Puerto Rico andino, un estado asociado en sociedad (Guillén)!
Y en el caso de las patentes, la riqueza genética de nuestra biodiversidad, ¡lo mismo! No el poder judicial de este casi ex país sino las cortes y los tribunales donde la voz del amo canta como en los discos viejos de la RCA Victor.
A Estados Unidos ya no le basta que Montesinos, su agente por muchos años, le arregle a Newmont el lío con los franceses de Yanacocha (como que se lo arregló luego de conminar al vocal Beltrán a entender “la necesidad” de favorecer a los Estados Unidos). Quiere más. Y más tendrá con este gobierno que compite con el de Colombia en la dramática carrera por saber qué perro trae el periódico y cuál las pantuflas y qué otro saluda y hace gracias mientras Bush se toma el café de la mañana y habla con la señorita Rice sobre el proceso de paz del Medio Oriente.
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Perù país inmóvil
Me voy a la cama y dormiré tranquilo. Me acabo de enterar de que el embajador de los Estados Unidos en el Perú, mister Peter McKinley, ha dicho que “el Perú es un buen ejemplo de combinación de democracia y crecimiento económico en la región latinoamericana”.
¡Imagínense si hubiese dicho algo distinto!
Si eso hubiese ocurrido, el desastre de la soberanía nacional volvería a rondarnos y dejaríamos de ser el paje melancólico de Bush –lo que tantos beneficios nos reporta–.
Y no importa que para eso tengamos que arrancar cocales con las manos, enfrentar a peruanos contra peruanos, gastar nuestras rodillas al caminar airosos hacia el TLC. ¡Todo vale si Bush, el de Irak y Palestina, el de Guantánamo y Kabul, nos halaga!
¡Albricias! Somos de nuevo, y como en los años de la república aristocrática, la colonia del imperio de moda. Se diría que desde que España nos tocó con su conquista hemos sido vasallos. Y a este gobierno y a sus acólitos les enamora la tutela armada de la Casa Blanca –a nivel planetario– y la silla de montar labrada por mapuches –a nivel regional–. Por eso permite que Perú-Rail y Lan hagan lo que les dé la gana. Los chilenos, siendo súbditos de Washington, son hoy, sin necesidad de venir a mearse a Lima, amos en el Perú.
¡Volvemos a tener oro y amamos ser esclavos! ¡Y volvemos a hablar mal de Bolívar, el hombre que nos sacó a patadas, como merecíamos, del virreinato que queríamos seguir siendo gracias a nuestra clase dominante encomendera! ¿Que quiso ser dictador? ¡Pero si se lo rogamos en una primera instancia! Y cuando se fue y hablamos pestes de él, ¿qué es lo que hicimos? ¿No fue acaso una larga, longeva, interminable república farsante en la que sólo el dinero mandó y dejó mandar? ¿No hicimos acaso la dictadura perfecta de las pelucas empolvadas?
¡Todo sigue igual! ¡Si hasta del legado de un Riva Agüero primordial seguimos hablando! Y el monseñor Cipriani, ¿no sobrevivió acaso el terremoto de Lima del año 1687? ¿Dónde está el duque de la Palata? ¿Qué carruaje es ese del que desciende el pacificador del Castillo? ¿Está loco ese caballo? ¿Por qué relincha así?
¡Somos inmóviles! Si fuésemos cuánticos a nosotros no nos concerniría la hipótesis de Heissenberg sobre la incertidumbre: ¡todo observador sabría siempre que hemos estado siempre en el mismo lugar!
El embajador Peter McKinley me ha hecho recordar todo esto del tiempo circular de mi país al halagarnos de tan soez manera. Porque además, como es una persona que gusta de la sinceridad, ha añadido lo siguiente: “Ha habido por parte del Perú un esfuerzo, en estos últimos años, por resolver los conflictos de las compañías estadounidenses con el gobierno en el contexto del TLC”.
¿Y cuál es el contexto del TLC? ¡El de la jurisdicción internacional! ¡El de la renuncia a ser un país! ¡El de la pretensión de ser el Puerto Rico andino, un estado asociado en sociedad (Guillén)!
Y en el caso de las patentes, la riqueza genética de nuestra biodiversidad, ¡lo mismo! No el poder judicial de este casi ex país sino las cortes y los tribunales donde la voz del amo canta como en los discos viejos de la RCA Victor.
A Estados Unidos ya no le basta que Montesinos, su agente por muchos años, le arregle a Newmont el lío con los franceses de Yanacocha (como que se lo arregló luego de conminar al vocal Beltrán a entender “la necesidad” de favorecer a los Estados Unidos). Quiere más. Y más tendrá con este gobierno que compite con el de Colombia en la dramática carrera por saber qué perro trae el periódico y cuál las pantuflas y qué otro saluda y hace gracias mientras Bush se toma el café de la mañana y habla con la señorita Rice sobre el proceso de paz del Medio Oriente.
laprimeraperu.com
25.10.2007
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