Foto: mendaur00
Por Eduardo Parra.- Durante mucho tiempo llevar encima una compacta no fue una opción para los profesionales. Y tampoco para muchos fotógrafos aficionados. Quizás algún experto en "robados" podía traer escondida una pequeña cámara oculta, pero lo que mandaba era la réflex grande y pesada, y si querías algo pequeño, una Leica y para de contar.
Hasta que un buen día irrumpió el píxel en la fotografía y las cámaras compactas empezaron a tomar cuerpo, pero cuerpo de verdad. Máquinas del tamaño de un paquete de tabaco con control de obturación y diafragma, con sensibilidades altas y un zoom decente se ganaron la confianza de los fotógrafos.
Poco a poco, casi sin hacer ruido, las compactas se convirtieron en esa herramienta de trabajo que el fotógrafo profesional jamás se olvidaba al salir de casa. Gran parte de su éxito lo tuvieron los trágicos sucesos del 11-S, unos hechos terribles que evidenciaron que llevar encima una cámara ligera y de respuesta ágil es vital.
Los móviles han limitado las expectativas de
las cámaras compactas justo cuando
vivían su época dorada
Así, las cosas cambiaron, y hasta hace poco era muy común ver a los fotógrafos profesionales -básicamente los fotoperiodistas- con una cámara compacta en el bolsillo. Pero también a los aficionados -que nunca se sabe cuándo va a aparecer ese mágico rayo de luz vespertino-, los policías -para dejar constancia de ese delito pillado in fraganti- e incluso los encargados de la limpieza -que con un solo clic podían contar en su informe lo brillante que habían dejado una pared infestada de grafitis.
Pero la vida, que a veces es cruel, se ha encargado de limitar las expectativas de las cámaras compactas justo cuando empezaban a vivir su época dorada. Ahora que se han rebajado los niveles de ruido de sus pequeños captores, que incorporan excelentes zooms y que apenas consumen ya son muchos -y más que serán en el futuro- quienes no llevan su compacta para esas emergencias. Ahora todos llevamos móvil. Móvil con cámara, por supuesto.
Como decían en la película aquélla, la tecnología avanza que es una barbaridad, y las firmas del sector de la telefonía móvil se están encargando de demostrarlo. Aunque las posibilidades creativas de estos dispositivos aún andan algo por debajo de las de las cámaras compactas -el control del diafragma y la velocidad está en pañales-, el simple hecho de que sean dispositivos todo-en-uno está pudiendo mucho más. Los MP3 se comieron al walkman, y el móvil se está comiendo al MP3. Y con la fotografía sucede lo mismo.
Aunque en este asunto he intentado ser cauto -la hemeroteca de QUESABESDE.COM es testigo de ello-, sí es cierto que siempre he tenido cierta reticencia a la "fotografía móvil". La tecnología es imparable y sólo hay que decirle al especialista de turno "oiga, que esto no se puede hacer" para que lo haga, pero en mi fuero interno ciertamente pensaba que no, que había algunas cosas que no se podían hacer con un móvil. Y mire usted por dónde, estaba equivocado.
Alcanzado un nivel de calidad más que respetable -el talón de Aquiles de los móviles y sus minúsculos sensores-, las cámaras montadas en estos dispositivos cuentan con aditamentos que ahora casi ninguna de las "tradicionales" compactas no pueden igualar. Hoy por hoy, y salvo contadas excepciones, con una compacta no puedes tomar una foto y colgarla en el acto en redes sociales o compartirla por Bluetooth, por ejemplo.
Los MP3 se comieron al walkman, el móvil
se está comiendo al MP3 y hará lo
mismo con las compactas
Hagan la prueba: busquen un programa del colorín y esperen a que salgan las imágenes de algún multitudinario estreno de cine o la visita del cantante de moda. Observen al público. Miren esos pequeños puntos luminosos que se ven entre la multitud y cuenten cuántas cámaras fotográficas y cuántos teléfonos móviles hay. Y si aún les queda tiempo, hagan la misma prueba con imágenes de hace tres o cuatro años. Sorpresa.
1 comentario:
Excelente artículo, mejor imágen.
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