viernes, 11 de julio de 2008

Angel Marcos / No más juego





Elmundo.es / Ángel Marcos (Medina del Campo, Valladolid, 1955) ha recurrido a la obra más vanguardista y experimental del poeta y crítico francés Stéphane Mallarmé para titular su último proyecto creativo. ‘Un coup de dés’ -
El nombre de la muestra alude al aforismo del francés ‘Un coup de dés jamais n’abolira le hasard’ (un golpe de suerte jamás abolirá el azar), y designa el último proyecto creativo del medinense. Tras dedicar una trilogía a Nueva York, Cuba y China, Marcos aterriza ahora en Las Vegas, para lanzar a través de sus imágenes una reflexión sobre el sueño americano, la suerte y la evolución de la sociedad contemporánea. “Ángel Marcos ha desplegado un intenso proyecto fotográfico que le ha llevado de Nueva York a Cuba y de ahí a China, del sueño americano a las consignas ‘revolucionarias’ y al vértigo de una dinámica constructiva que es, en realidad, la destrucción de todo lo existente. Con gran lucidez estudió la tipología de las plazas y ahora deambula por Las Vegas sintiendo el vértigo del juego y del placer, consciente de que nosotros somos los habitantes de la arquitectura de la congestión”, escribe el crítico de arte del suplemento ‘ABC de las Letras’, Fernando Castro Flórez. Los neones, la publicidad, paisajes desérticos, sin asomo de alma humana por sus calles, y un mundo de espejos, donde nada es real e imperan los ganchos comerciales, protagonizan una exposición sobre el consumismo, la vacuidad y la creación de necesidades impuestas por el consumismo, que van desde la comida basura hasta los espectáculos eróticos que funcionan como anestesia para adormecer las inquietudes y satisfacer ficticias necesidades. Como escribe Castro Flórez en el catálogo de la muestra, “una fotografía de Ángel Marcos nos muestra una acumulación increíble de máquinas tragaperras y un muro, precariamente apuntalado, que delimita un espacio en construcción; se trata de una revelación de lo que Rem Koolhaas ha llamado espacio basura fruto, según su lúcida intuición, del encuentro entre la escalera mecánica y el aire acondicionado en la incubadora del pladur”. El crítico compara el trabajo de Marcos con el de un antropólogo un merodeador, que apenas presta atención al interior de los casinos, y “prefiere deambular por las aceras y apartarse del bullicio para conseguir contemplar todo ese espectáculo como un paisaje del desconcierto”. “Ángel Marcos ha dejado que Las Vegas le toque, convirtiendo su mirada en una suerte de ruleta que, como todas, tiene truco. En el seno de Las Vegas encuentra una inmensa extrañeza, algo que le mantiene apartado como ese valla metálica a través de la que contemplamos la singular epifanía, a lo lejos, de un búfalo con las plumas de un jefe indio y, de nuevo, una bandera americana ondeando al viento”, relata.

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