domingo, 2 de marzo de 2008

Chema Madoz: «Tener muchísima información es como no tener ninguna»


( Tomado de Sur.es )
El fotógrafo madrileño ha impartido esta semana en la Universidad de Málaga un taller que agotó las plazas hace tiempo. Formaba parte del ciclo 'Conversaciones con el artista', organizado por la Fundación Gacma. Premio Nacional de Fotografía (año 2000), fue el primero fotógrafo español al que el Museo Reina Sofía le dedicó una retrospectiva en vida.

¿Qué impresiones ha recogido a lo largo del taller que ha impartido en la Universidad de Málaga?

Es un taller breve y reducido. Un par de días. El primero lo dedicamos a hablar y el segundo a hacer las fotografías. Traté de explicar las pautas de mi propio trabajo y estuvimos viendo una selección de trabajos de otros artistas que en mayor o menos medida sientes cercanos, en unos por una relación formal y en otros por un vínculo conceptual.

Su obra tiene algo que la hace identificable a primera vista. ¿Cómo se consigue ese 'algo'?

Para mí es realmente complicado definirlo. Trabajo con una serie de códigos que son muy reconocible, imágenes desnudas en las que habitualmente aparece un objeto con el que todos hemos tenido relación. Hay también una cierta ironía, un sentido del humor, algo que lo puede acercar a la paradoja, a la metáfora y toda esta suma de elementos pueden permitir al espectador identificar una fotografía como mía.

A lo largo de su trayectoria, ¿ha cambiado su mirada a la hora de acercarse a esos elementos?

Desde que comencé hasta ahora, mi trabajo ha cambiado mucho, lo que pasa es que esos cambios se amontonan sobre todo en la primera etapa, cuando son más evidentes. Era un trabajo que en un primer momento podía estar más cercano a la idea de reportaje o a ese concepto del instante decisivo, imágenes que cogían su sentido porque cuando fotografiabas una escena era un momento absolutamente concreto en el que toda la imagen cobraba una dimensión concreta por la elección de ese momento. Es algo que después se abandona y se trabaja sobre unas claves distintas en las que el lenguaje fotográfico tiene una mirada más neutra, más fría. Se abandona ese interés por el tiempo y hay un tipo de fotografía más cercana a la idea de archivo, de catálogo, que lo que hace es registrar, pero registrar ideas y a partir de ahí las influencias, más que de la historia de la fotografía, vienen de campos como la escultura, la instalación... Eso ayuda a ir conformando un lenguaje que marca un antes y un después y que va evolucionando de una manera distinta. Lo que va cambiando es el tipo de elemento que aparece en las fotografías: al principio los objetos que fotografiaba formaban parte de mi propio entorno, si aparecían unos zapatos eran mis zapatos, si salía un cuchillo era mi cuchillo; para mí ahí había un ejercicio interesante que te permitía coger un objeto que tú estabas utilizando en tu entorno habitual y conseguías llevarlo de un plano de la realidad a otro. Para mí era mi llamativo que ese zapato, que mi zapato, pudiera pasar a convertirse en una obra de arte. Luego he trabajado con elementos de procedencia muy variada, recogidos en contenedores de basura, en rastros y mercadillos, tiendas... Y por último se van añadiendo elementos que proceden de la naturaleza que no tienen ese uso y permiten una lectura diferente... Lo que pasa es que la mirada es la misma y eso hace de hilo conductor y unifica imágenes que tienen un carácter muy distinto. Van cambiando los elementos, pero también la forma de trabajar con ellos.




Metáforas de la realidad

El proceso creativo en su obra...

(Interrumpe) Es confuso, muy confuso (ríe).

Y en esa confusión, por ejemplo, ¿contempla una cerilla quemada y ve un termómetro o un cactus le recuerda un alambre de espinos? ¿Llega primero la imagen real o la metáfora que le inspira?

Pueden ser cualquiera de esos pasos. Hay imágenes que nacen con un objeto concreto con el que te tropiezas y presientes que tiene algo con lo que puedes trabajar, te lo llevas al estudio y lo tienes ahí; o bien lo que tienes primero es un concepto, una idea, y lo que haces es ver cómo puedes trasladar esa sensación, esa emoción concreta que has tenido en un momento dado. Entonces puedes decidir que es un vaso de agua lo que necesitas (mira el vaso que tiene delante) o un vaso concreto y tienes que ir a buscar los elementos que te permiten ilustrar esa sensación.

¿Su trabajo está entonces más vinculado a la inspiración o a la reflexión?

Ambas cosas. Hay una parte evidente de inspiración, cosas que tienes la sensación de que salen con una naturalidad tremenda y una claridad muy rápida, pero luego hay una parte de obligarte a ti mismo a estar alerta. Lo que nunca hago es ir al estudio, sentarme en la mesa y decir 'Voy a trabajar de ocho a doce'. No tengo sensación de tener un horario de trabajo, pero tampoco de tener un horario de descanso.

Entonces cualquier imagen puede convertirse en una obra de arte.

Hay un interés. En cualquier lugar, en cualquier momento y sobre cualquier cosa se puede iniciar un proceso de reflexión. Aquellas cucharillas de allí (señala un vaso al fondo de la sala) si las reúnes un poco pueden parecer pétalos; a lo mejor puedo jugar con eso y hacer una escultura de una rosa con esas cucharillas... Cualquier objeto cotidiano tiene la capacidad de convertirse en una obra de arte, esconde una capacidad fabulosa de portar en su seno conceptos, ideas o símbolos que puedes entresacar en el momento en que los miras con un poco de detenimiento.


Mil posibilidades

¿Sería esa la mirada poética que traza toda su obra?

Puede ser. Yo utilizo la fotografía en un sentido muy concreto, pero me parece importante la capacidad de la fotografía para utilizarla desde mil perspectivas diferentes. Se trata de un elemento que se puede usar de maneras muy distintas, unas tan válidas como otras. Con una cámara fotográfica puedes hacer prácticamente de todo y eso es en buena medida el interés que suscita.


También es el soporte artístico que más se ha democratizado.

Sí y no. Tener un lápiz y un papel no te convierte en poeta. Se ha democratizado, pero no es tanto el acceso al medio como qué puedes contar o cómo puedes elaborar unas imágenes que tengan unas lecturas que puedan resultar más o menos atractivas y eso te lo va a dar tu propio bagaje, tu cultura y tus intereses.

Su obra tiene una evidente carga poética, pero algunas imágenes también resultan inquietantes.

Todo objeto encierra un misterio y eso es lo que puede darle un punto de inquietud, porque hay algo que sugiere y no terminas de limitar. Sientes que hay algo que está ahí, como escondido, y de ahí puede nacer esa sensación.

¿Le tienta desvelar ese lado misterioso de la realidad?
No mucho. Mi intención sería más hacer hincapié en que estamos rodeados de misterios. Hay algo sobre lo que podemos reflexionar y que en cierta medida nos puede enriquecer nuestra propia visión del mundo. Quiero incidir en la necesidad de fijarse en esas pequeñas cosas que en el día a día pasamos por alto y me parece que tenemos absolutas maravillas en nuestro entorno cercano.

El bombardeo de imágenes al que estamos sometidos no parece favorecer esa mirada sosegada.
Es algo que hemos comentado en el taller. En medio de ese aluvión de imágenes se pierde el interés por esa mirada más pausada y a la vez un poco más sutil. Y por otro lado esa sobreabundancia de imágenes es perjudicial en el sentido de que tener muchísima información es como no tener ninguna. Para ilustrar esa idea hablaba a los alumnos de una obra de Joan Brossa en la que utiliza una esfera de un reloj que tiene ocho manecillas. Al final está subvirtiendo la naturaleza íntima de ese objeto, algo que basa su sentido en la precisión de una información concreta, si tú sobreactúas sobre esa información concreta, deja de tener sentido. Tienes ocho manecillas, es cualquier hora. Si ese reloj no tiene manecillas no sabes qué hora es; pero si tiene demasiadas, tampoco.

Los grandes maestros
Ha hablado de Joan Brossa y del instante decisivo. ¿Se siente más heredero de Duchamp o de Cartier-Bresson?

(Suspira) Es difícil. Conozco el trabajo de Cartier-Bresson en mis primeros momentos de formación. Evidentemente, es un peldaño por el que pasas y que tienes que conocer. A Marcel Duchamp llego después, en un momento en el que mi interés por construir imágenes empieza a beber de diferentes fuentes. Ahora mismo, supongo que me sentiría más cercano a Duchamp; pero vamos, salvando las distancias.

Hay quien no le ha perdonado a Duchamp que abriera la puerta del arte conceptual.
A mí me parece maravilloso. Se abre una puerta, eso es lo importante, que se abran puertas y que se abran posibilidades. Luego, que puedas obcecar y llevar las cosas casi al absurdo no es culpa de Duchamp, precisamente.

www.chemamadoz.com

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