Un dato que obliga a plantearse en qué tipo de modelos estarán ya trabajando a tres años vista. O qué se traerá entre manos desde hace ya tiempo la competencia, que por ahora reniega de las cámaras sin espejo.
Otro tópico: ¿qué imagen nos viene a todos a la cabeza si pensamos en una fábrica de productos tecnológicos en China? Al parecer, no somos los únicos que nos hemos acercado a Wuxi tras un buen paseo en autobús desde Shanghái con cierto escepticismo sindical. Buena parte de las preguntas realizadas por las decenas de periodistas especializados que han secundado esta visita apuntaban en la misma dirección.
Pese a las reticencias iniciales, lo cierto es que lo que hemos visto no dista demasiado de otras factorías de cámaras en Japón. Es más, desde Nikon parece insistirse en esta idea de traslado de la filosofía nipona a sus centros de producción, independientemente de su situación en el mapa.
Uniformes impolutos, instalaciones muy eficientes con pasillos divididos para la ida y la vuelta, carteles y tablas de productividad por doquier. Incluso nos ha parecido ver a un meticuloso miembro del grupo de visitantes deslizar su dedo por barandillas y ventanas para comprobar si había polvo. De verdad. No sabemos lo que opinarán de esta buena impresión los 8.000 operarios que trabajan aquí, pero los datos dados parecen desmontar esa tenebrosa imagen: turnos de ocho horas, jornadas semanales de 40, dos descansos de 10 minutos para descansar, comedor en las propias instalaciones… ¿El sueldo? Unos 3.000 yuanes mensuales, que al cambio rondan los 350 euros. Según las estadísticas oficiales del país, el salario medio anual es de algo más de 2.000 euros.
Aclarado este espinoso asunto -y sin ningún ánimo de hacer de palmeros de las condiciones laborales en China-, este tipo de visitas permiten descubrir pequeñas curiosidades en el proceso de fabricación de las cámaras y las ópticas. Ni que decir tiene que no nos volvemos con ningún secreto ni con los planos de la D800 en el bolsillo
La información es bastante limitada, las preguntas se esquivan o directamente se pierden en la traducción del chino al japonés y al inglés ("no sabemos dónde se produce el CMOS de las V1 y J1", apuntan los responsables de la planta entre las sonrisas y gestos incrédulos de la prensa) y las fotos en el interior están terminantemente prohibidas.
Pese a ello, no dejará de sorprendernos el altísimo porcentaje de trabajo manual que implica el ensamblaje de estas cámaras. Desde el proceso de pulido de las lentes que componen los objetivos o los módulos de las compactas hasta la impresión por estampación de cada una de las rotulaciones que llevan. En el caso del logotipo de Nikon, la tinta blanca que lo rellena se coloca con una especie de aplicador y mucha paciencia y precisión. Nos comentan que ninguna máquina sería capaz de conseguir el mismo resultado.
Cada día salen de esta factoría de 97.000 metros cuadrados (54.000 de ellos destinados a las plantas de producción) unas 5.000 unidades de la J1 y 1.000 de la V1. En Nikon parecen tener muy claro cuál de los dos modelos va a ser un éxito de ventas estas próximas Navidades.
De todos los operarios, 600 se dedican exclusivamente al ensamblaje de estas dos compactas de óptica intercambiable. A-CIL (Advanced Camera Interchangeable Lens), según la nueva terminología nikonista.
Aunque las Nikon 1 son la estrella de esta fábrica operativa desde 2002, aquí también se producen los objetivos intercambiables para este sistema y los módulos ópticos para algunas compactas, como la Coolpix S8200 o la P300.
Aun así, la cámara de la casa para las fotos oficiales sigue siendo una réflex. No, no es una D800 (¿se imaginan la exclusiva?), sino una veterana D300. Retrato de familia, y vuelta a Shanghái, comprobando desde el cristal que muchas otras firmas del sector (Kodak, Sony, Agfa, Konica Minolta…) tienen también plantas en este mismo centro industrial.
Ayer, tras unas horas finales de turismo por esta ciudad que parece sacada de "Blade Runner" (la comparación no es mía, pero es tan acertada que no he podido resistirme), tocaba hacer las maletas, despedirse de la Nikon J1 roja que nos había acompañado estos días y volver a casa.
De todos modos, si surge la ocasión, no dejen de pasarse por aquí. Esta ciudad obsesionada con ser Tokio o Nueva York resulta una delirante combinación de nueva riqueza con billetes con el rostro de Mao y de rascacielos y callejones tan oscuros como interesantes y fotogénicos. Vaya, ya lo hemos vuelto a hacer.
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