El desplazamiento ocurre en silencio luego del grito. El habitante asentado
debe huir de su terruño dejando atrás sus sembrados, animales y vivienda. Son
expulsados por una fuerza centrífuga que ya no los quiere y que los repele.
Llegan a ciudades o nuevos territorios donde no tienen qué, no tienen dónde.
Buscan y buscan, algunos finalmente encuentran. Su refugio es un semáforo, un
cambuche, una invasión en ladera. Otros enfrentan las fronteras continentales o
del mar como límite. Quedarse, regresar o irse: esa es la cuestión. Pocos
retornan a su lugar de origen y surtidor de felicidad.
El desplazamiento forzado en Colombia se constituye en uno de los problemas
sociales y culturales más preocupantes y consecuencia directa del conflicto
armado por más de cuatro décadas. Este se ha producido en su mayoría por el
narcotráfico, la injusticia social y la inequidad en la tenencia de tierras. Los
Derechos Humanos de las personas desplazadas se ven vulnerados de múltiples
maneras y de forma constante por parte de los grupos armados al margen de la
ley. Históricamente, las autoridades no les han brindado la ayuda necesaria en
su proceso de adaptación a las nuevas condiciones ni ha generado estrategias
para su regreso. La sociedad tampoco se ha pronunciado con contundencia a pesar
de tantos años que ha existido el problema. Sin embargo, en la actualidad crece
en el país un sentido de protección a estas personas a través de nuevas
políticas de retorno y de movimientos sociales: la necesidad de actuar legal y
moralmente hacia el posconflicto.
De igual forma, las expresiones artísticas y culturales, como la fotografía y
otras prácticas contemporáneas, pueden hacer la diferencia. El Arte y la
estética tienen la capacidad de generar transformaciones en las emociones de las
personas al activar su conciencia, sentar protestas, evidenciar momentos,
producir sensaciones corporales y percibir los contrastes que la acción humana
genera en los individuos, el territorio y el paisaje. La fotografía por ejemplo,
permite dar testimonio del presente que vivimos y ser testigo de los problemas
de la violencia, la desigualdad y las acciones contra el medio ambiente. Así
como, proponer soluciones, emitir opiniones e imaginar nuevas realidades. Es la
reflexión individual del fotógrafo que busca convertirse en conciencia
colectiva.
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