Una fotógrafa franco-peruana se disfraza de misionera y retrata el lado oscuro de República Dominicana. Su libro ‘Esclavos en el paraíso’ causa revuelo internacional.
Azúcar amargo. Varias organizaciones de derechos humanos, entre ellas Amnistía Internacional, están en campaña para llamar la atención sobre las miserables condiciones de unos 800 mil haitianos que trabajan en las plantaciones de caña de azúcar de República Dominicana, el paraíso turístico del Caribe. Como parte de esta gran cruzada humanitaria una fotógrafa franco-peruana, llamada Céline Anaya Gautier, de 31 años, publicó en mayo pasado en Francia el libro de fotografías ‘Esclavos en el paraíso’ (Editorial Vents d’ailleurs). Allí revela el terrible día a día de los campesinos haitianos que trabajan hasta quince horas al día, viven hacinados en guetos y sin remuneración alguna. La relación poco diplomática de dos países enclavados en la misma isla, puesta al descubierto.
Con motivo de la exposición itinerante que acompaña al libro en París, el cónsul dominicano en esa ciudad, Antonio Abreu, protestó enérgicamente, calificando la exposición de “difamatoria” y “llena de falsedades”. Y de hecho, días más tarde la fotógrafa peruana fue declarada persona non grata por el gobierno de Leonel Fernández. No era para menos: tras la publicación de su libro y la repercusión mediática, el turismo a la isla tuvo un sentido bajón. Más de la mitad del turismo a la isla caribeña proviene de Francia.
Céline Anaya Gautier, de padre cusqueño y madre francesa, vivió en Lima desde los nueve hasta los dieciocho años. Establecida en París, estudió en la escuela de fotografía ‘Icart photo’, optando, como ella dice, “por un compromiso entre lo artístico y lo humanitario”. Su primer trabajo de denuncia lo realizó en las calles de París, retratando a las mujeres indigentes, la versión femenina de los clochards, en un libro titulado ‘Corazón de mujeres’, con el que obtuvo las becas Talento Kodak para reportajes y de la fundación Marcel Bleustein Blanchet. Su segundo libro, el de los cortadores de caña de República Dominicana, viene acompañado de una exposición de 76 fotografías en formato grande que se inició en mayo de este año en París y que tiene la agenda copada hasta el 2009.
–Tu libro y tu exposición han dado en la llaga. ¿Cómo elegiste el tema?
-Luego de publicar mi primer libro me llamaron de la ONG ‘Casa de la sabiduría’ y me propusieron ir a hacer fotos a República Dominicana. Estuve ahí un mes y conocí los ‘bateyes’, esas construcciones rústicas en donde los haitianos viven en pésimas condiciones, sin agua ni luz.
–¿Qué pensaste entonces?
–Fue una sorpresa. Aun así, la gente me decía: si esto te parece horroroso, tienes que ir a la ‘puerta del infierno’.
–¿Y qué es eso?
–Son los ‘bateyes’ privados, de propiedad de las familias más ricas de la isla, en donde el día a día llega a niveles infrahumanos y la explotación al nivel de esclavitud. Es indignante.
–Pero regresaste a Francia.
–Le conté lo que había visto a la ONG que me había contratado y ésta me dio la espalda porque trabaja con el Estado dominicano.
–¿Tú qué hiciste?
–Decidí regresar por mi cuenta, haciéndome pasar por una misionera laica que proveía de comida y medicinas a los campesinos. Y conviví durante seis meses con los haitianos de los ‘bateyes’ de propiedad de las familias Viccini, Fanjul y Campoyo, las más grandes explotadoras de caña de azúcar del país. Fue ahí que descubrí toda una red de explotación y esclavitud.
–¿Esclavos en el siglo XXI?
–Los ‘buscones’ son reclutadores que captan jóvenes a la salida de las universidades haitianas, ofreciéndoles trabajo y educación en República Dominicana. Pero cuando llegan les quitan sus documentos y los obligan a trabajar en las plantaciones durante quince horas diarias y a cambio sólo les dan vales para canjearlos por comida. Ante todo esto el Estado se hace de la vista gorda.
–¿Y has pensado desarrollar algún proyecto en el Perú?
–Mi trabajo es de denuncia y, sí, he pensado en algunos temas pero no puedo adelantarte nada porque para mí la discreción es fundamental. (R.A.S)(caretas.com.pe)
jueves, 27 de septiembre de 2007
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1 comentario:
Bueno, yo veo fotos de la probreza. Ojalá nadie tuviera que trabajar en trabajos indeseados. Capitalismo salvaje dirán algunos.
Lo que queda de la industria está mecanizado en un gran porcentaje. Los Vicini planean sólo 300 cortadores en los proximos años. Alguno Cortadores pasan ahora a ser operarios de maquinas cosechadoras etc. Otros quedarán sin este trabajo y hacen sentir su queja en los medios, cuando cierran los ingenios, etc. No creo que alguien se quejara si el trabajo fuera esclavizante, aunque ciertamente es duro y de pogo pago, pero esto ha ido mejorando.
Algunos puntos; Ni remotamente hay ni han habido 800,000 trabajadores en esta industria. El último conteo es de unos 15,000 trabajadores. En principio el trabajo lo hacían obreros de las islas inglesas y puertorriqueños, los norteamericanos ocuparon la isla y modificaron la legislación para permitir la traída de braceros temporales desde Haití. Ellos asumieron el nombre Batey, que es taíno por plaza. No todos los habitantes de los bateyes son trabajadores de los ingenios, que han cerrado en su mayoría desde los 1980s por la competencia del syrop de maiz. Muchos son inmigrantes sin casa o trabajo. Más del 75 % del azúcar lo produce una compañía de origen norteamericano, el resto otras familias. De que son sacados de las universidades de Haiti, bueno, eso habría que documentarlo.... El trabajo en un batey es 6 meses, el tiempo muerto se la pasa muy mal, en instalaciones que fueron establecidas como temporales y se han usado por decenas de años sin tregua. La RD no produce ya una significativa cantidad de azúcar, como los años 50.
Por otra parte el campesino dominicano nunca ha hecho este trabajo por la paga y porque sería trabajar como peón en tierras que le fueron arrebatadas durante la expansión capitalista de la industria.
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